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La pobreza del corazón

 

Se llama Vinicio Riva, es italiano, tiene 53 años y padece de neurofibromatosis desde los 15. Hace unos días conmovió al Papa Francisco en un encuentro que dio la vuelta al mundo, y esta semana narró lo que ocurrió y sintió el 6 de noviembre ante la multitud congregada en la Plaza de San Pedro.

foto ANSA/Claudio Peri

Vinicio protagonizó una de las imágenes más impactantes de este pontificado. Su enfermedad le ha generado una serie de deformaciones en la cabeza y el rostro, ahora afirma que su inesperado encuentro con el Pontífice le ayudó a aliviar el dolor.

En una entrevista concedida a la revista italiana Panorama, este oriundo de la localidad de Vicenza cuenta que al encontrarse con el Papa «primero le besé la mano, mientras él con la otra me acariciaba la cabeza y las heridas. Luego me acercó y me abrazó fuerte, me dio un beso en el rostro. Mi cabeza estaba contra su pecho y sus brazos me acogían. Me abrazó fuerte, fuerte».

«Intenté hablar, de decir cualquier cosa, pero no pude: la emoción era muy fuerte. Ha sido poco más de un minuto, pero a mí me ha parecido una eternidad. Luego he girado para ver a mi tía y le he dicho: aquí dejo las penas, aquí se quedan las penas», añadió.

«Sus manos eran suaves, suaves y bellísimas. Su sonrisa era limpia y abierta. Pero lo que más me ha impresionado es que no se puso a pensar si abrazarme o no. Yo no contagio pero él no lo sabía. Lo ha hecho y ya: me ha acariciado todo el rostro y mientras lo hacía solo sentía amor», agregó.

Con una voz casi de susurro a causa de una operación que le hicieron en la garganta, Vinicio recuerda con emoción ese día y asegura que el gesto de amor del Papa le ayuda a afrontar mejor el dolor que le provocan las heridas que tiene en todo el cuerpo, causadas por la enfermedad de Recklinghausen, un extraño mal conocido como neurofibromatosis de tipo 1.

La piel de Vinicio ha perdido toda elasticidad y las heridas le cubren los ojos pero puede ver. Los pies se le han deformado y están «devastados» por las llagas, dice Panorama. Tiene mucha comezón y cada mañana amanece con la malla de algodón empapada de sangre. «Los primeros signos se manifestaron cuando tenía 15 años. Me dijeron que iba a morir a los 30, pero aquí me tienen», explica.

La tía que lo acompañó en la Plaza de San Pedro recuerda que desde el comienzo de su enfermedad veía cómo la gente se alejaba de él con temor.

La idea de llevar a Vinicio a San Pedro fue de Blanca, la voluntaria de la asociación católica Unitalsi que cada año lo acompaña al Santuario Mariano de Lourdes en Francia para pedir su curación. «Vamos siempre una semana, me relaja mucho», cuenta y afirma que ya iba cuando era muchacho, con su mamá, que murió hace dos años de la misma enfermedad que ahora lo afecta a él.

Vinicio recuerda también que «una vez, en el hospital, entró un médico africano. Me miró y se puso rígido, alterado. Después de un rato se me acercó y me pidió perdón. Dijo que en África tuvo que lidiar con enfermedades terribles, pero nunca había visto algo tan devastador. Sus palabras me tocaron mucho».

 

Fuente: ACIprensa

 

La acardia, cuando el corazón deja de sentir

“Cuando ayudas a otro con su cruz, el corazón vuelve a sentir”, Chile celebra en agosto el “Mes de la Solidaridad”, una iniciativa promovida por el Episcopado en homenaje a la vida y obra del Santo Alberto Hurtado.

El video muestra de manera significativa y simbólica una nueva enfermedad que se está volviendo muy común en los últimos tiempos, la que denomina “acardia”. Parece extraño este nuevo mal y si nos ponemos a averiguar la etimología encontramos que significa “la ausencia de corazón” (a – sin, kardios, corazón). Científicamente hablando podríamos decir, una situación incompatible con la vida, pues ¿quién podrá sobrevivir sin un órgano fundamental para la existencia como el corazón? Incluso, se han descrito casos de malformaciones genéticas con esta manifestación, claro está incompatibles con la vida.

Pero hoy no se nos está hablando en este sentido. El corazón no sólo se entiende como el órgano biológico, sino – como en muchas épocas y culturas – como la fuente y el origen de lo más profundo del hombre, las intenciones, el bien, los sentimientos, las pasiones, la inteligencia, entre otros. Además, este es el sentido que generalmente tiene en las Sagradas Escrituras. La acardia, en este caso entonces, corresponde a la limitación y más aún la imposibilidad para el bien, para el amor, para las buenas intenciones. Se expresa como menciona el video en la indiferencia, el no salir al encuentro del hermano más necesitado. Situación que también pone en juego nuestra vida – en un sentido existencial y espiritual – pues sin amor nuestra vida carece de sentido.

 Elementos apostólicos

Me parece muy interesante y providencial que se esté realizando esta invitación en Chile, que podríamos también extender a todo el Mundo. Renovar el llamado a la práctica de la solidaridad. Y creo que es muy propicio porque justamente en los últimos meses el Papa Francisco nos viene insistiendo mucho en la vivencia del amor, en salir al encuentro de los más necesitados, en salir a las periferias, etc. Además porque la solidaridad es una expresión muy concreta del amor cristiano, es la manifestación del Amor que recibimos de Dios, que ya se ha entregado solidariamente por cada uno de nosotros y nos enseña a amar, a entregarnos y a vivir el servicio.

Quizá algunos piensen que es exagerado decir que la “acardia” sea un mal de nuestro tiempo, sustentando que “todavía hay personas de buen corazón y sentimientos”, “las personas buenas somos más”, “generalmente hay muchos que no hacemos mal a nadie” y muchas otras ideas que se escuchan con frecuencia. Pero creo que la realidad hay que asumirla con valentía y reconocer que no es suficiente ser bueno o creerse bueno por no hacer mal; es importante además vivir de acuerdo a ello. Practicar el bien. La solidaridad y el amor no son meros sentimientos e intenciones buenas, son acciones concretas. Son acciones que brotan del corazón lleno de amor por los demás, no sólo cuando es fácil, cuando es cómodo, cuando tengo a la persona cerca, cuando tengo tiempo. El amor, parafraseando a la Madre Teresa hay que vivirlo hasta que duela. Con sacrificio en muchas ocasiones y con gran generosidad.

En estas fechas en Chile recuerdan al Santo Alberto Hurtado; sacerdote jesuita que vivió la solidaridad y el amor a los más pobres hasta el cansancio. Recordemos unas frases suyas que nos hablan de lo que significa para él la solidaridad: “ante todo despertar en nosotros un sentido de nuestra solidaridad en Cristo, recordar que somos hermanos y sufrir, sufrir íntimamente con el dolor de nuestros hermanos”; “comprensión de los dolores que sufre nuestro mundo…Comprensión de quién es el que sufre. Mi hermano, otro yo, Cristo que se hace pobre… Si yo sufriera eso ¿Cómo lo sufriría?”

Fuente: Catholic-link.com