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Las 4 Velas…

Cuatro  Velas se  estaban consumiendo lentamente

 

El ambiente estaba tan silencioso que se podía oír el diálogo entre ellas. La primera dijo:

 

-¡Yo Soy la Paz!   A pesar de mi Luz, las personas no consiguen mantenerme encendida.

Y disminuyendo su llama, se apagó totalmente.

 

La segunda dijo:

-¡Yo me llamo Fe! Infelizmente soy superflua para las personas, porque ellas no quieren saber de Dios, por eso no tiene sentido continuar quemándome. Al terminar sus palabras, un viento se abatió sobre ella, y esta se apagó.

 

En voz baja y triste la tercera vela se manifestó:

¡Yo Soy el Amor!  No tengo más fuerzas que quemar. Las personas me dejan de lado porque solo consiguen manifestarme para ellas mismas; se olvidan hasta de aquéllos que están a su alrededor. Y también se apagó.

 

De repente entró una niña y vio las tres velas apagadas.

-¿Qué es esto?  Ustedes deben estar encendidas y consumirse hasta el final.

 

Entonces la cuarta vela, habló: -No tengas miedo, niña, en cuanto yo esté encendida, podemos encender las otras velas.

 

Entonces la niña tomó la vela de la Esperanza y encendió nuevamente las que estaban apagadas.

 

¡Que la vela de la esperanza nunca se apaga en nosotros!

 

Estamos iniciando el tiempo de adviento, preparemos nuestro corazón y alma para que Dios mire aquel amor en nosotros, como lo miro en María. Seamos  auténticos cristianos, viviendo la esperanza en Jesús, para que en cada uno de nosotros nazca dentro de nuestros corazones  y seamos verdaderos hijos de Dios, como lo fue Cristo.

La Alegría en el Adviento

La alegría pequeña palabra pero con un gran peso y significado, que con el inicio del adviento nos  viene a recordar que la alegría es una parte del ser cristiano, Jesús vino en su primer venida al mundo fue para traer esa alegría de la cual tantos anhelaban, necesitaban y de que muchos no conocían.

 

Hoy en día se puede observar que esta época no está muy lejos de ser distinta a la de aquel entonces hace 2000 años. Miramos como es que por cualquier parte se encuentra a personas que viven vacías porque no han encontrado el verdadero sentido de lo que es esta alegría que solo Jesucristo puede otorgar, tristes porque no se está conforme de lo que ya se tiene familia, trabajo o no valoran lo que en verdad vale la pena luchar, se observa a gente preocupada, angustiada por las tantas cosas de este mundo que van dejando a un lado aquel que es la fuente misma de alegría y felicidad, Dios.

En este adviento miremos hacia fuera, observemos los pobres que viven en las calles, ¿Cuántas noches no pasaran frio?, los niños de las calles donde cada día se la pasan vendiendo chicles o pidiendo dinero, los tantos enfermos que se la pasan solos en los hospitales o las madres solteras que trabajan arduamente cada día sin descanso alguno, pareciera que todo es desalentador pero no miremos tan lejos, miremos a nuestro alrededor. Observemos como nuestras propias familias padecen de alegría, nuestros padres que en tantas veces les hace falta un gesto de cariño un “te quiero” o un abrazo, nuestros hermanos que aunque tienen su vida propia cuanta falta no les hace falta sentirse escuchados un momento o nuestros amigos que en varios momentos se pueden sentir solos o tristes por algún problema.

Pareciera que en esta época más que nunca se necesita esa alegría de la cual san Pablo habla en su carta a los filipense, “vivir alegres porque Jesucristo ha venido por nuestra salvación… para librarnos del mal y ser parte de su gloria”…

El adviento es un momento de reflexión pero también de alegría porque ha nacido nuestro redentor y esperamos su 2da. Venida con la cual se acabara toda tristeza que inunda este mundo, que lo revestirá de luz, de paz y amor.

Pero la alegría empieza desde nosotros mismo los que ya estamos más en contacto con Dios, quienes están evangelizados y aún más los que predican su palabra viviendo un apostolado. Decía Santa Teresa de Jesús “tristeza y melancolía no las quiero en casa mía” y “un santo triste es un triste santo”. Eh aquí nos viene hacer énfasis que un cristiano, la palabra alegría debe de vivirla cada día las 24 horas del día, los 365 días del año. Aun ante la adversidad y así lo proclama san Pablo “Si Dios conmigo, ¿Quién contra nosotros?” de lo cual la única tristeza de la cual nos debemos preocupar es la de no tener a Dios en nuestras vidas y esto se da por medio del pecado, San Agustín de Hipona así lo decía, “si Dios es amor y felicidad plena, el pecado es una profunda tristeza”. Por ello es que al saber que esperamos la venida de nuestro salvador debemos de regocijarnos en alegría.

 Ya grandes santos como San Francisco de Asís o la Beata Madre Teresa de Calcuta enfatizaban mucho en sus enseñanzas “vivir con alegría y sufrir cualquier desdicha ofreciéndolo a Dios con gozo” (y de seguro todos los santos también lo proclamaban).

La alegría hay que vivirla desde nosotros mismos para que cada uno de aquellos que carecen de ella, puedan ser partícipes del amor de Dios por medio de nosotros…

En el evangelio, Juan el Bautista invita a la muchedumbre a realizar actos de misericordia, de caridad por ejemplo compartir lo que se tiene con el prójimo, a no engañar, actuar en la verdad y sinceridad de corazón a ser piadoso con todos….

Y a lo mejor cada uno de nosotros no tiene la oportunidad de realizar grandes obras de misericordia como dar de comer a los pobres, visitar a enfermos o presos, donar ropa a gente que la necesita pero lo que si podemos hacer por más sencillo que suene es otorgar un poco de nuestro tiempo a quien lo necesite, consuelo a quien le haga falta… “pequeños gestos de caridad pero obrados con gran amor”…

Por último la alegría va de la mano con la sonrisa, son amigas inseparables, la sonrisa como dice Federico Faber “no cuesta nada y produce mucho; no empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe; no dura más que un instante y su recuerdo perdura eternamente. Nadie es tan rico que pueda vivir sin ella, y nadie tan pobre que no la merezca”.

La sonrisa es, muchas veces, el mejor acto de caridad y de cariño que podemos ofrecer a una persona. ¡Y cuánto nos lo agradecen los demás cuando ésta es sincera y brota de veras del corazón!  

 

«Una sonrisa en los labios alegra nuestro corazón, conserva nuestro buen humor, guarda nuestra alma en paz, vigoriza la salud, embellece nuestro rostro e inspira buenas obras.

Sonriamos a los rostros tristes, tímidos, enfermos, conocidos, familiares y amigos. Sonriámosle a Dios con la aceptación de todo lo que Él nos envié y tendremos el mérito de poseer la mirada radiante de su rostro con su amor por toda la eternidad.

Las palabras de Cristo son muy claras, pero debemos entenderlas como una realidad viviente, tal como El las propuso. Cuando El habla de hambre, no habla solamente del hambre de pan, sino hambre de amor, hambre de ser comprendido, de ser querido.

El experimentó lo que es ser rechazado porque vino entre los suyos y los suyos no lo quisieron. Y El conoció lo que es estar solo, abandonado, y no tener a nadie suyo.

Esta hambre de hoy, que está rompiendo vidas en todo el mundo, destruyendo hogares y naciones, habla de no tener hogar, no solamente un cuarto con techo, pero el anhelo de ser aceptado, de ser tratado con compasión, y que alguien abra nuestro corazón para recibir al que se sienta abandonado».

 

ORACION PARA SONREIR

Señor, renueva mi espíritu

y dibuja en mi rostro

sonrisas de gozo por la

riqueza de tu bendición.

Que mis ojos sonrían diariamente

por el cuidado y compañerismo

de mi familia y de mi comunidad.